Si Eva hubiera escrito el Génesis
¿cómo sería la primera noche de amor del género humano?
Eva hubiera puesto algunos puntos sobre las ies
quizás, digo yo, no sé
hubiera aclarado que ella no nació de ninguna costilla
que no conoció a ninguna serpiente
que no ofreció nunca ninguna manzana a nadie
y que nadie le dijo "parirás con dolor y tu marido te dominará"
y que todo eso, diría Eva, no son más que calumnias
que Adán contó a la prensa.

E. Galeano

martes, 15 de noviembre de 2011

La revolución también se hace por teléfono

por Tula

En la Venezuela Bolivariana, en esta nueva sociedad en construcción, a las mujeres aún no se le ha reconocido el derecho a decidir sobre su propia vida y su proprio cuerpo. Las mujeres no tenemos derecho a elegir cuando ser madres y cuando no. ¿Qué pasa cuando una mujer se encuentra en la situación de un embarazo no deseado? Muchísimas mujeres deciden interrumpirlo aunque sea algo illegal y tengan que hacerlo de manera clandestina. Algunas tienen una situación económica que les permiten hacerlo en condiciones más o menos seguras, en una clínica o en el exterior. Las que no cuentan con recursos económicos, la gran mayoría, lo hacen en condiciones de riesgo: algunas quedan con discapacidades permanentes debido a un aborto mal practicado. Otras, simplemente, se mueren.
Todas están solas.
Pero la situación ha cambiado gracias a la valiente iniciativa de un colectivo feminista que desde mayo atiende por teléfono a la Línea Aborto Información Segura 0426 1169496. Ese colectivo, no practica abortos. Pero defiende el derecho a la información de las mujeres que se encuentren ante un embarazo no deseado. El objetivo es evitar las tantas muertes que se deben a abortos realizados en condiciones de riesgo, por no conocer cuales son los procedimientos seguros (en media, cada año mueren 80.000 mujeres en el mundo, por complicaciones de un aborto inseguro).
Las compañeras de la Línea proporcionan las mismas informaciones que puedes encontrar en internet. Pero hace una gran diferencia poder tener interlocutoras, a las cuales hacer preguntas, y que van a estar pendientes de tí. Una mujer que decida interrumpir un embarazo no deseado, ya no está tan sola.
La iniciativa de las compañeras es muy valiosa y ha logrado poner en el tapete el debate sobre el aborto, poniendo en evidencia que se trata de un tema de salud pública, que el Estado todavía no ha querido reconocer como tal, a pesar de las propuestas y peticiones que desde hace años le vienen entregando organizaciones y movimientos sociales y populares. Esa parte del código penal quedó intacta frente a la reforma de 2005, junto con toda una serie de artículos aberrantes. Hay quienes dicen que es un tema “incómodo” y que haría “perder votos”.
Frente a esta situación, las mujeres revolucionarias no se quedan de brazos cruzados esperando que el Estado asuma sus responsabilidades, mientras muchas hermanas siguen muriéndose. La revolución se hace desde abajo y ¿por qué no? También por teléfono.



En los países donde el aborto ha sido legalizado y es seguro y gratuito, eso no ha comportado un aumento de los abortos (entre otros, Cuba), ya que viene acompañado de programas integrales de educación sexual que previenen los embarazos no deseados.
La salud es un derecho, y ser madre debería ser una elección, no un destino inevitable. Para eso se hacen imprescindibles: la educación sexual (garantizar el conocimiento, para poder tomar decisiones sobre sexualidad y reproducción); el fácil acceso a los anticonceptivos (para evitar embarazos no deseados y por ende evitar abortos);- el aborto legal, seguro y gratuito (para garantizar el derecho de las mujeres a la vida y a la salud, para no ser discriminadas, para evitar lesiones permanentes. Para no morir. )

lunes, 26 de septiembre de 2011

Un día de terror en la Maternidad

por EL CUARTO DE TULA


¡Hola Tula! ¿Cómo estás? Aquí te cuento una historia del horror, que viví hace no mucho, un par de día después de haber dado a luz a mi bebé hermoso. Tengo 21 años, y es mi primer bebé. Desde que supe que estaba embarazada, estuve investigando mucho sobre la posiblidad de parir en la casa. Hablé con varios doctores sobre los beneficios y los riesgos del parto “extrahospitalario”, como es llamado el parto en casa. Para parir en casa, me preparé en todo mi embarazo: hice ejercicios, seguí una alimentación estricta. Mi última consulta, unos días antes de dar a luz, había sido con un doctor de la Maternidad Concepción Palacios. Él me dió “el visto bueno” para parir en la casa y me contó que había todo un movimiento de medicos, medicas y obstetras, a nivel mundial, que está retomando la importancia del parto extrahospitalario. “El parto es un proceso natural, no un proceso médico. Y por eso, menos intervenga el médico, mejor. Sólo tiene que estar para intervenir en caso de necesidad.”me dijo. También me advirtió que muy pocos médicos están conciente de eso, porque muy pocos conocen los beneficios reales del parto en un ambiente cálido, cómodo y con la presencia de las personas más cercanas a la parturienta.
Pocos días después, parí en mi casa, sin problemas, con la ayuda de una partera de confianza y con la presencia de mi mamá, y nació mi hermoso bebé.
Al segundo día de haber dado a luz, me sentía muy bien pero quería hacerme un chequeo, para que me confirmaran que todo estaba bien. Me fui tempranito para la Maternidad Concepción Palacios, junto con mi bebé y mi mamá. Pero al llegar, cuando expliqué que había tenido un parto extrahospitalario y que quería hacerme un chequeo, el personal del hospital me empezó a mirar como a una loca.
Para hacerme los chequeos me hicieron esperar en una sala, junto con las parturientas, mientras mi mamá y mi bebé (de dos días de nacido) tuvieron que quedarse afuera. A las parturientas las tenían en ese salón donde hacía un frío horrible, y ellas sólo con una pequeña batica muy ligera y unas cholitas. Y a mí eso me asombró y me dolió en el alma, porque el frío te dificulta el parto. Las doctoras que entraban en la sala les hablaban de manera golpeada y desagradable, diciendoles con voz dura: “démen sus papeles, pero sólo los necesario, que a mí los recibos del mercado no me interesan así que van guardando todos esos papelitos que tienen ahí y sólo me dan los que les pido!”. Cuando le digo a la doctora que había tenido un parto extrahospitalario hace dos días, que me sentía bien y que me quería hacer un chequeo, ella me preguntó si yo tenía fiebre, y yo le dije que no, que me sentía bien, y se fue (no sin mirarme como a una loca). Me hicieron esperar un largo tiempo, y yo veía a como trataban a las embarazadas, y pensaba que hace dos días estaba en su misma situación de dar a luz pero en un ambiente cálido, con la ayuda y la cercanía de mi familia. Me daba dolor ver a como estaban ellas, solas y con frío y me puse a llorar y quise salir de ahí, a ver a mi bebé que estaba afuera, con mi mamá. Mi mamá me calmó, y yo volví a entrar en la sala. Espere un tiempo más, y al final me atendió un doctor. En la sala también estaban otras doctoras y enfermeras. El doctor me preguntó, de mala manera: “y tú, por qué estás aquí?”. Yo le expliqué con calma, que tuve un parto extrahospitalario hace dos días, que me siento bien pero que quiero hacer un chequeo. Él me mira como con odio y me dice, duro: “¡¿y por qué pariste en tu casa?! ¡¿ acaso no te dió chance de llegar hasta el hospital?!” y luego, indicando la camilla ginecológica: “¡pon los muslos aquí!” me sentí tratar como si yo fuera un pedazo de pollo. Y él seguía: “¿eres de un pueblito, como para parir con parteras? ¡Eres una ignorante y una irresponsable!”. Y yo, ahí, tendida en la camilla. Sin decirme nada, él agarra el espéculo, y me lo metió con mucha violencia: fue muy duro, muy violento y muy rústico, y me dolió mucho. ¡Yo acababa de parir hace dos días! Empecé a llorar de dolor, y me sentí violada por él con el espéculo. Llorando, miré a las otras doctoras y enfermeras que estaban alrededor de la camilla, buscando ayuda pero todas me miraban, veían lo que el doctor me estaba haciendo y no decían nada. Y él seguía hablándome duro: “¡¿sabes que tienes un desgarre de tercer grado?! ¿y que le estás hechando?” yo le cuento las instrucciones que me dió mi partera. Y él sigue: “¿¿sabes que ésto se te está pudriendo?? y que te vamos a tener que meter puntos? ¿y que te vamos a tener que hacer un curetaje? Y que vas a tener que quedar hospitalizada por los menos por tres días, y sin el bebé, así que empieza a pensar como hacer, porque tampoco va a poderlo amamantar! Y ahora tienes que hacerte un ecosonograma! ”. Y el doctor se fue. Él nunca se presentó, y nadie quiso decirme su nombre, aunque yo lo pregunté varias veces.
Despúes de él, otra doctora me examinó, pero con más delicadeza, y con ironía me preguntaba: “¿y por qué conmigo no lloras, si te estoy haciendo lo mismo que el doctor?”. Y me decía que el ecosonograma mostraba que había restos de placenta y que tenía que quedar hospitalizada por lo menos por una semana, y cómo era posible que yo hiciera eso, que tenía suerte porque todo estaba mal. Luego entró otra doctora, y la que me estaba haciendo el eco le dijo: “mira, ésta es la del parto extrahospitalario”. Y la doctora recién entrada también me examina, y dice: “pero está muy bien, por tener dos días de haber dado a luz!” y la otra la manda a callar, pero la doctora recién entrada sigue: “lo que tienes es un desgarre muy leve, no tienes nada, y eso sana sólo. No amerita puntos. Los restos de placenta que tienes son normales y se van a salir solos.” Y me dijo que no había ninguna infección: de hecho, yo no tenía fiebre.
¡En ese momento me dí cuenta de que me habían estado mintiendo todo el tiempo, haciendome psicoterror!
Luego la primera doctora siguió con ese psicoterror: “tienes que esperar que salgan los resultados de los exámenes de sangre, a ver cuánto tiempo tienes que quedar hospitalizada.”
Mientras esperaba a que salieran los resultados, estuve averiguando para el registro del nacimiento de mi hijo, en otra parte del hospital. Y ahí, el personal me decía: “¡Ah, tú eres la del parto extrahospitalario!” como si lo hubiera sabido toda la Maternidad.
Cuando, a las seis de la tarde, me dieron los resultados de los éxamenes de sangre, llamé por teléfono a una doctora amiga de familia, y se los leí. Y ella me dijo que estaban bien, sólo tenía ligeramente altos los globulos blancos pero que eso era normal.
Pero, al mostrar los resultados a la doctora de la Maternidad, volvió el psicoterror: que yo tenía los globulos blancos demasiado altos y que me tenían que hospitalizar, por quince días porlomenos (cada vez aumentaba el número de días en que me iban a hospitalizar).
A este punto llamo a mi partera, y ella me tranquiliza, me dice que es normal lo de los glóbulos blancos, es normal lo de la placenta, y que siguiendo las instrucciones que ella me había dado, todo iba a salir bien.
Sin esperar más, no me dejé hospitalizar sin razón, no dejé que me hicieran nada y me fui para mi casa, con la sensación de haber pasado el peor día de mi vida. Yo, y mi pobre bebé también, porque no pudo comer en todo el día, ya que me hicieron estar dentro del hospital de las 10 de la mañana hasta las 6.30 de la tarde para esperar a los resultados, sabiendo que afuera estaba mi bebé recién nacido. Yo sufrí: me hicieron psicoterror, violentaron mis partes, me separaron del bebé a pesar de que es primordial el contacto entre madre y bebé recién nacido. Yo sufrí, y mi bebé también, porque no lo podía amamantar, estando yo alterada, temblando de rabia y de dolor por la violación con el espéculo. Fue horrible.
Al salir de eso, quise olvidarlo y disfrutar el compartir con mi bebé, y no pensar en todo lo malo que me hicieron ese día. Y ahora estoy reafirmada en mi opinión: que parir en la casa es lo mejor, si las condiciones son aptas.
La Maternidad Concepción Palacios tiene instalaciones de primera, sillones para que las parturientas se sienten más cómodas, un ambiente limpio y todo muy bien equipado. Pero la atención es del horror. Yo, antes, ni sabía que existía eso de la violencia obstétrica. Ahora que lo sé, siento que es necesario denunciarlo. ¿Qué puedo hacer?
Un abrazo,
Belinda Graterol.”


Querida Belinda,
con qué dolor leí tu relato. Eso no debería existir en ningún lugar del mundo, y menos en un país como Venezuela donde se trabaja a diario para la construcción del “buen vivir”. Porque a la base de un buen vivir, tiene que estar un “buen nacer” y un “buen parir”, en el que se respeten los derechos humanos.
El embarazo y el parto son procesos naturales, pero en los últimos 50 años son tratados como “enfermedades” y que como tales, sólo pueden ser atendidos por equipos de salud. Las mujeres parturientas dejan de ser protagonistas de su propio parto y se vuelven “pacientes”.
También los partos son vistos como una “producción en serie”, donde a las mujeres se les atiende una tras otra como piezas de una cadena de producción, sin importa como se sienten. Son sometidas a unas prácticas de rutina, como la episotomía (el “cortecito”) que se hace a todas cuando en realidad es controindicada en la gran mayoría de los casos. No pueden caminar, no comen, las aislan de sus familiares, le dan medicamentos para acelerar el parto. Sólo pueden parir acostadas, en una posición innatural para el parto.
Otras veces, el parto es visto como un negocio, como en las clínicas donde te hacen cesarías aunque no lo necesites, porque “son más rápidas” y les permiten cobrarle más al Seguro.
Hace unos años se está tratando de impulsar en Venezuela el “parto respetado” o “parto humanizado” (o re-humanizado), pero las prácticas violentas y de eccesiva medicalización son tan arraigadas que la situación no va a cambiar de un día con otro. Tampoco va a cambiar sólo con una remodernización de las instalaciones de la Maternidad.
En realidad, es un derecho de la mujer parir adónde se sienta más segura, y con la menor intervención médica posible, “...para una mujer de bajo riesgo, esto puede ser en la casa, en una maternidad pequeña o quizas en una gran maternidad de un gran hospital.[...]Para que un parto domiciliario sea atendido correctamente, sólo se necesitan unas mínimas preparaciones: que haya agua limpia, que la habitación tenga temperatura óptima, que haya ropa y toallas calientes para arropar al recién nacido y mantenerlo caliente, y que haya facilidades de transporte en caso de necesidad.” (Organización Mundial de la Salud, Cuidado del parto normal: una guía práctica, 1996).
Tú no sólo viviste violencia obstétrica y ginecológica, sino también violencia psicológica e institucional, todas incluidas en la “Ley Orgánica Sobre el Derecho de la Mujer a una Vida Libre de Violencia”. Tienes el derecho de denunciar lo que te pasó, también para que se tomen medidas más fuertes para que eso no se vuelva a repetir.
Para denunciar eso, tienes que ir a la Fiscalía General de la República, en la oficina de Atención a la Víctima, en la Avenida Urdaneta. Puede ser útil de que vayas con una constancia o un informe del médico que te había dado el visto bueno para parir en la casa considerando las condiciones higienicas y sanitarias, la presencia de la partera y la facilidad de transporte en caso de necesidad.
También es importante recordar que puedes llamar al 0-800-MUJERES o 0-800-6853737, la línea telefónica gratutita que a nivel nacional brinda asesoramiento en cualquier caso de violencia de género.
No te quede callada, no estás sola. Un fuerte abrazo,
Tula


escribe a: elcorreodetula@gmail.com

martes, 23 de agosto de 2011

Una carta para Tula sobre el derecho al aborto

Querida Tula,

te escribo para contarte mi historia, que es una historia que no me pertenece sólo a mí, ya verás por qué, y por eso siento la necesidad de compartirla. Espero que la puedas publicar.

Hace unos meses, con mi pareja concordamos que nos hubiera gustado “embarazarnos” (y digo así, ya que las cosas se hacen de a dos). Hasta ese momento, nos habíamos cuidado ambos, en nuestra relación así como en relaciones anteriores; esto era nuestro primer intento. Y el intento resultó. Despúes de poco más de un mes, con mucha emoción, hice el primer ecosonograma. Estaba sola, pues mi pareja no me pudo acompañar. El doctor fue muy amable, iba explicando lo que se veía en el monitor. “¡Qué lindo!” pensé. El doctor me preguntó: “¿es su primer eco?” y yo, toda emocionada “sí, por qué?”, y él: “Por qué son dos. ¿Hay morochos en su familia?”.

Y aquí se me vino el mundo abajo, y empecé a llorar. En este momento, mi pareja y yo no tenemos condiciones para atender a las necesidades de dos pequeños seres, así de un solo golpe. No tenemos ni las condiciones económicas ni las condiciones de apoyo familiar: mi familia vive muy lejos, y la de mi pareja tampoco vive muy cerca. Trabajamos en el sector informal, nadie nos va a garantizar fuero maternal (el fuero paternal ni existe, en la actual ley del trabajo). De los dos, soy yo la que tiene ingresos menores, así que ya veía pintada mi situación futura: sola, en la casa, atendiendo a dos bebés, mientras mi pareja trabajaría el doble afuera da la casa; tendríamos menos tiempo de compartir todos juntos; seguro habría frustración de mi parte por tener que dejar todo lo que hago, que me gusta y me nutre y me da independencia económica. (De repente hasta sentiría rabia hacia mi pareja, a pesar de reconocer racionalmente que lo que está malo no es él, sino el sistema, aún capitalista y patriarcal.) En pocos minutos, mi deseado embarazo se tornó indeseado. Al contar el responso del eco a mi pareja, ya el desespero fue doble. Decidimos interrumpir el embarazo.

Desde hace años participo en la lucha para el derecho de las mujeres a decidir sobre su proprio cuerpo, pero, la verdad, nunca pensé que algún día me iba a tocar a mí. Pero así como los métodos anticonceptivos fallan, puede fallar también nuestra “planificación familiar”.

¡OJO! No estoy contando esto para justificarme, pues siento que no necesito justificarme ante nadie. Se trata de una decisión mía personal, sobre mi cuerpo y sobre mi vida. Escribo los detalles para que la gente entienda que soy una persona en carne y hueso, que conmigo te cruzas en la calle, o en el metro, o en una marcha; que soy tu vecina, tu compañera de la escuela o del trabajo, o tu amiga de la infancia, tu hija o tu sobrina.

Lo cuento porque no soy la única, y por eso digo: esta historia no es sólo mía. Cambian los detalles, los contextos, las razones, pero todas estas historias en realidad son una sola.

Lo cuento porque generalmente lo callamos: porque la gente se permite juzgarnos sin estar en nuestros zapatos y nos discrimina.

Y (talvez, sobretodo) lo callamos porque el actual código penal lo sigue catalogando como crimen. Porque es punible por ley, lo callamos, pero no por ser ilegal, dejamos de abortar. La consecuencia más grave de que el aborto sea ilegal, es que nos toca hacerlo de manera clandestina e insegura. Se vuelve más peligroso porque para eso no tenemos algun tipo de acompañamento médico; y esto vale sobretodo para nosotras las mujeres de las clases más bajas, que no podemos ir a una clínica a “operarnos de la apéndiz”. En la mayoría de los casos tenemos que enfrentarlo solas. Al llegar al hospital con un aborto incompleto o con una hemorragia por un aborto mal practicado se nos discrimina, se nos maltrata, se nos amenaza. Por miedo de todo eso y de que nos denuncien, dejamos de recurrir a la ayuda médica cuándo necesaria, y simplemente nos morimos.

Es un problema de salud pública, pero no se reconoce como tal.

A veces nos mandan a callar “porque no conviene hablar de eso”, porque hay politiqueros disfrazados de revolucionarios que “reconocen que es una lucha importante pero no la pueden apoyar ahora porque perderían votos”.

Una amiga me contó que su madre, superconservadora y muy religiosa, no dudó en apoyarla en una interrupción de embarazo cuando éste, por razones de salud, estaba poniendo en peligro la vida de su hija (es decir, mi amiga). Otra compañera me contó que siempre había estado en contra del aborto, hasta que un día, participando en una mesa de debate sobre cuerpo y sexualidad, se creó una empatía muy fuerte entre las mujeres que estaban en la mesa, y cada una empezó a contar su historia de vida. Al escuchar los relatos de algunas compañeras que en pasado habían decidido interumpir un embarazo, y que lo habían tenido que hacer en condiciones clandestinas e inseguras, ella entendíó, y decidió sumarse a la lucha para un aborto legal, seguro y gratuito. Talvez un posible aporte venga de esto: de la empatía humana. No nos quedemos calladas.

Un abrazo

Bárbara”



¿Qué más puedo agregar, después de leer esta carta? Talvez reportar unos datos, recopilados por organizaciones que se ocupan de salud sexual y reproductiva:

*

En América Latina y el Caribe, cada año hay 4 millones de abortos clandestinos, y 6.000 mujeres mueren anualmente por esto.
*

El aborto inseguro es una de las mayores causas de la mortalidad materna en el mundo: en media, cada año mueren 80.000 mujeres por complicaciones del aborto inseguro. Se estima que en Venezuela el 60% de la mortalidad materna se debe a abortos realizados en condiciones de riesgo.
*

En los países donde el aborto ha sido legalizado y es seguro y gratuito, eso no ha comportado un aumento de los abortos (entre otros, Cuba), ya que viene acompañado de programas integrales de educación sexual que previenen los embarazos no deseados.

La salud es un derecho, y ser madre debería ser una elección, no un destino inevitable. Para eso se hacen imprescindibles: la educación sexual (garantizar el conocimiento, para poder tomar decisiones sobre sexualidad y reproducción); el fácil acceso a los anticonceptivos (para evitar embarazos no deseados y por ende evitar abortos);- el aborto legal, seguro y gratuito (para garantizar el derecho de las mujeres a la vida y a la salud, para no ser discriminadas, para evitar lesiones permanentes. Para no morir. )

Por mientras, agradecemos la valiente y muy importante labor de la gente de la Línea Aborto Seguro (0426 1169496) que garantiza el derecho a la información a las mujeres que decidan abortar, y eso hace que se sientan menos solas, y menos en riesgo.


Tula


Escribe a elcorreodetula@gmail.com

jueves, 12 de mayo de 2011

María Antonia no está tan loca

por El Cuarto de Tula

Desde hace muchos años, hay en el barrio un grupo de teatro que siempre participa muy activamente en todas las actividades de la comunidad. Fue así, en uno de esos eventos, que conocí a la señora María Antonia, quién es parte del grupo y se ocupa también de dar talleres de teatro a niñas, niños y jóvenes.
María Antonia es una señora ya mayor y bien cuerda. Sin embargo, en su juventud, fue fuente de inspiración de una famosa canción que lleva por título su nombre. ¿Quién no la tarareó alguna vez? María Antonia es una mujer que está loca de remate...
Un día le pregunté si le molestaba seguir escuchándola. Ella se echó a reir: “¡Para nada!” y me contó la verdadera historia de esa canción. Aquí se la traigo.

“Crecí en un pueblito rural, en el campo, y soy la mayor de varios hermanos. De niña no fui a la escuela, a mí me tocaban las labores del hogar. Y era yo una niña todavía, cuando llegó una nueva maestra para la escuelita del pueblo. No habían muchos lugares donde pudiera alojar, y como con mi familia vivíamos en una casa sencilla pero grande, se quedó alquilando una pieza en la casa de nosotros. Cuando llegó, no tenía mucho equipaje: a parte una bolsa de tela y una caja pesadísima. Mi hermano era un gran impertinente, y cuando fue a levantar la caja para llevarsela al cuarto, le preguntó: “ ¿Qué tiene? ¿Piedras?”. Pero ella no se molestó. “Piedras muy preciosas” nos dijo, sonriendo. Y agregó, con un tono misterioso: “Es un tesoro”. Puedes imaginarte como esas palabras nos atraparon: desde ese día no hacíamos otra cosa que disertar sobre el posible contenido del cofre. Mi hermano juraba haber escuchado el sonido de miles de monedas que se removían mientras , ayudado por otro muchacho, lo transportaba. Mi prima Julieta decía que era mentira, que en el cofre había un esqueleto completo, que ella una noche había visto como la maestra pronuciaba palabras en un extraño idioma y como el cofre se había abierto sólo, sin que ella lo tocara, y de él había salido el esqueleto bailando.
Empezamos a espiarla. Un día la puerta de su cuarto se encontraba entreabierta. Miré para dentro y sorprendí a la maestra mientras se agachaba para abrir el cofre. Pero justo cuando estaba levantando su pesada tapa, me vió. Me dió algo de pena, por haberla estado espiando, pero también algo de miedo, porque me acordé del cuento del esqueleto. Quería salir corriendo ¡pero mis pies parecían haberse quedado anclados al piso! En un momento, la maestra ya había abierto la puerta y me invitaba a entrar. “Quieres ver mi tesoro ¿no es así?”. Tragué saliva y la miré. Se veía simpática. No tenía cara de que me iba a hacer daño. Entré.
Ella me condujo hacia el cofre, me miró y levantó la tapa. Miré. ¡Cuál no fue mi mayor asombro en ver que estaba repleto de libros! “Los tengo aquí porque todavía no he conseguido una biblioteca”, me explicó. Quería prestarme uno, pero le confesé que no sabía leer. Entonce ella me prometió que me iba a enseñar, para que pudiera leerme todos los libros que quisiera. ¡Y así fue! Y me gustó tanto que decidí que cuando grande, iba a ser escritora. Sí, sí. Escritora de cuentos y de guiones teatrales.

Y de verdad esas fueron, y siguen siendo, mis pasiones: la escritura y el teatro. Con un grupo de amigos y amigas montamos una pequeña agrupación teatral, nos reuníamos casi todas las tardes, despúes de la jornada de trabajo o de estudio de cada quien. Éramos un grupo muy unido, y cuando alguien tenía un problema, nos ayudábamos todas y todos para solucionarlo.
Un día el problema tenía a que ver conmigo: mi padre quería que me casara con un señor mucho mayor que yo. Yo todavía era muy jovencita! Pero en ese entonces, eso era bastante común. Yo no quería: no estaba enamorada de ese señor, es más, no me gustaba ni un poquito. ¡El sólo pensar de tener que dormir en la misma cama me hacía horrorizar! Y además se sabía que era muy conservador, y ya había dicho a mi padre que cuando me casara con él, se me quitarían esos caprichos del teatro y del escribir, que eso no eran cosa para una mujer de bien. Mi padre era más o menos de la misma opinión, así que para él ¡mejor así! Yo estaba desesperada, no le veía salida. Fui a reunirme con mis amigas y amigos del teatro. Y les conté.
Me escuchaban en silencio. Hasta que una amiga, Lucía, dijo: “Si te casas con él, estás loca. Loca de remate”. No se que me pasó, pero empecé a minimizar la cosa, diciendo que bueno, de repente podía casarme con ese señor, pero no iba a dormir en la misma cama con él. O que de repente podía seguir ensayando teatro a escondidas. O que de repente hubiera podido seguir escribiendo. Y estupideces así.
Y empezaron a bombardearme de preguntas: “ Y si no duermes en su cama ¿en dónde te acuestas? ¿En el escaparate? Y si te sorprende con una peluca catira, ensayando un personaje ¿Qué le dices? ¿Qué no pasó nada? ¿vas a disfrazar el lapicero de escoba?”. Fue en ese entonces que Lucía agarró el cuatro y empezó a improvisar: “Maria Antonia es una mujer que está loca de remateeee, de la locura que tiene...¡duerme en el escaparate!” y ahí bueno, no pudimos hacer otra cosa que estallar en risas. Y empezaron a inventar una frase tras otra, pintando mi posible situación futura: una verdadera locura.
Esa misma noche anuncié a mi familia que no me iba a casar con alguien a quien yo no amaba, que quería decidir yo misma sobre mi vida, sobre mi cuerpo y sobre mis sueños. No fue facil, pero no tuvieron otra que respetar mi decisión.”


La señora María Antonia se ríe, y empieza a tararear la vieja canción: “María Antonia tú estás loca, déjate de tonterías...

martes, 15 de marzo de 2011

EL 8 DE MARZO, CIEN AÑOS DESPUÉS

por Tula

Llegó marzo otra vez, y con él llegó nuevamente el Día internacional de las Mujeres Trabajadoras, fecha que en este 2011 tiene unos matices particulares: se cumplen cien años desde su primera conmemoración.

Las mujeres que en 1911, por primera vez, celebraron el 8 de marzo como día de lucha, eran trabajadoras, socialistas e internacionalistas, y reclamaban una legislación social y laboral que humanizara las condiciones de trabajo, que garantizara un igual salario, entre hombres y mujeres, por igual trabajo, y que pusiera un freno a la explotación del trabajo no sólo de las mujeres, sino también de niñas y niños.

¿Por qué se hizo necesario establecer un día propio de las mujeres trabajadoras? ¿Por qué estas luchas no “cabían” dentro de las reivindicaciones laborales del Primero de Mayo, día internacional de los trabajadores (que ya se venía conmemorando internacionalmente desde 1890)?

No cabían porque la situación de explotación que estaban enfrentando las mujeres con el desarrollo de las grandes industrias era peor respecto a las ya terribles condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores hombres: el trabajo de las mujeres, cuando igual en cantidad y calidad a el de los hombres, era retribuido menos. A las mujeres, además, al terminar su jornada laboral de 14 o 16 horas en la fábrica o en el taller, les tocaban también (ayer como hoy) las labores del hogar, es decir otro turno más de trabajo (y no retribuído).

El Primero de Mayo le quedaba (y le queda) pequeño a las trabajadoras porque el capitalismo no era el único culpable: se había sentado comodamente encima de un sistema de opresión que ya existía y que discriminaba y sometía a las mujeres, a lo femenino, a lo diferente. En este sentido, el capitalismo se vió servir en bandeja de plata a toda una franja de la población que ya estaba excluida del sistema de poder, y sacó su provecho. ¿El resultado? Una doble explotación de la mujer trabajadora: por su clase social, y por ser mujer.

¿De quién era la mano que llevaba esa bandeja de plata? ¿Quién le hizo ese gran favor al capitalismo?
El responsable fue lo que se conoce como “patriarcado” (es decir “gobierno de los padres”), un tatarabuelo que parece tener más de 5000 años de existencia. Al inicio era un tipo de organización social “familiar”, en la cual la autoridad era ejercida por el hombre como jefe de familia y dueño de todo su patrimonio, que incluía: los bienes, los hijos, la esposa y los esclavos. Con el pasar del tiempo el patriarcado amplió su dominio sobre todas las mujeres de la sociedad en general, imponiendose y reproduciendose a través de prácticas culturales machistas y a través del control de instituciones como la escuela, la iglesia, los medios de comunicación. Gracias a eso, el patriarcado se arraigó tanto hasta volverse invisible. Nos hemos acostumbrado tanto a su sistema hasta pensar que es “natural”: es considerado “natural”, por ejemplo, que sea sólo la mujer a ocuparse de las tareas del hogar y de la crianza de sus hijas e hijos (¡como si lleváramos un manual de cocina, lavado y planchado en el ADN!). El patriarcado encasilló a mujeres y hombres en roles rígidos (aprisionando también a los hombres) sin embargo, impuso además una gerarquía y una diferencia de poder entre los unos y las otras (y la cuestión no es invertir esta gerarquía entre los géneros, sino acabar con ella).

Hasta el momento, hemos hablado utilizando el tiempo pasado, pero en muchos casos deberíamos decir: ayer igual que hoy. El patriarcado sigue con vida. Es cierto que en estos cien años, la lucha para los derechos laborales, políticos y económicos de las mujeres ha alcanzado algunos logros. Sin embargo, todavía nos falta muchísimo (y en varios lugares del mundo hay hasta una regresión en lo que se había conquistado).
Si estamos queriendo construir una sociedad más justa, donde no haya opresión ni explotación, el 8 de Marzo viene una vez más a recordarnos que el capitalismo no es el unico obstáculo a enfrentar, y que la lucha contra el patriarcado no puede ser secundaria: el capitalismo y el imperialismo se apoyan en él.
El 10 de marzo, bajo la consigna “Trabajadoras somos todas – 8 de marzo combativo y popular”, muchas mujeres de varios movimientos populares, colectivos y organizaciones* que apuestan a la construcción de un socialismo feminista, marcharon desde la Plaza Morelos hasta la Asamblea Nacional, donde, retomando el Día Internacional de las Trabajadoras como día de reclamo en materia legislativa social y laboral, presentaron una serie de propuestas, entre las cuales:
Dar carácter de urgencia a la discusión de la ley de trabajo y las leyes del seguridad social que vendrian a hacer realidad revindicaciones plasmadas en nuestra constitución, como los es el reconocimiento que hace el artículo 88 de trabajo del hogar como “actividad económica que crea valor agregado y produce riqueza y bienestar social”.
Ampliar el periódo pos-natal a sies meses, tanto a las madres como a los padres y otros (as) cuidadores(as). Que se creen los mecanismos para que las trabajadoras no remuneradas pueden tambien acceder a este benificio.
Protección y estimulo mediante normativas laborales a la lactancia materna, entendiendo que el dar teta es un asunto de soberania alimentaria.
Promoción de régimenes laborales que garanticen la armonización de los tiempos de trabajo y los tiempos familiares, reconociendo así que el tiempo que se dedica al cuidado y a la familia es un tiempo que produce riqueza y bienestar.
Garantizar la paridad de género en los cargos directivos y de toma de decisiones.
Seguridad social para las trabajadoras del hogar remuneradas o no, las cuidadoras remuneradas o no, las campesinas, las temporales, las jornaleras, la buhoneras, conserjes, artesanas, artistas, cooperativistas. Seguridad Social Universal para todas y todos.
Implementación de la Mesa Asesora en materia de mujer y sexo género diversidad entre la A Presidencia de la AN y los movimientos de mujeres y feministas.*

Los cambios obviamente no pueden ser sólo a nivel legislativo ¡y un solo día al año nos queda bastante chiquito, frente a tamaña tarea! Las movilizaciones y las actividades se extienden por todo el mes de Marzo, pero la cosa no termina aquí: también en nuestra cotidianidad, día a día, podemos impulsar cambios para construir, entre todas y todos, un mundo más justo: por ejemplo empezando a compartir las labores del hogar y el cuidado de hijas e hijos, para poner un fin a la doble o triple jornada de trabajo de la mujer, que le impide una mayor participación política y social. Porque o es revolución todos los días y en todos los ámbitos, o no lo es nunca.






*Corriente Revolucionaria Bolivar y Zamora-Frente Nacional Campesino Ezequiel Zamora, Red de Colectivos Feministas La Araña Feminista, Movimiento de Pobladores y Pobladoras, Alianza Sexo-Genero Diversa y Revolucionaria, Frente Bicentenario de Mujeres 200, Frente de Mujeres Socialistas Manuela Saenz, Frente Nacional Comunal Simón Bolivar-Vargas, Voces Anti-Imperialistas

lunes, 28 de febrero de 2011

Encuentro del tercer tipo en el subsuelo

por El Cuarto de Tula


Es mediodía en Caracas. A pesar de la hora, hoy el metro no está tan repleto, y consigo sentarme un ratico. Tuve que madrugar, y de una me quedo media dormida. Al abrir los ojos nuevamente, me tranquiliza ver que no me pasé de la estación en donde tengo que bajarme, y sigo ahí sentada y relajada. Miro de reojo a mi lado, y sin poder distinguir el rostro de la persona que está sentada cerca mío, la mirada se me cae en unos cuadernos y hojas escritas que anda cargando. ¡Admito ser una metida! Pues inevitablemente me pongo a leer la hoja que está por encima de todas. Y leo: “ No somos MACHOS y reprobamos esa forma de serlo, esa que te obliga a agarrarte las bolas, sin saber por qué, pero lo que sí se sabe es que así se pretende demostrar que eres HOMBRE y por serlo estamos condenados a la mutilación sentimental: a no llorar, ni reir en fotos, ni abrazar a un pana, mucho menos decirle “te quiero” en público.” ¡Epa! Pienso yo. ¿Y eso? Lo primero que hago es pellizcarme el brazo para ver si estoy soñando. Pero no, parece que estoy bien despierta, porque el pellizco me duele. Luego pienso: ¡estoy sentada al lado de un marciano! Y lo miro, aunque sea de reojo, claro, no sea que el marciano se vaya a molestar con tanta desfachadez. Y también, admito, lo miro de reojo llena de curiosidad: ¿cómo serán esos marcianos? ¿será que de veras son verdes como se les pinta? ¿O serán tiernos así como lo era E.T.?
Pero con mi gran asombro veo que al lado mío está sentado un muchacho como cualquiera. No es verde, ni se parece a E.T., más bien se parece al hijo de mi vecina. Ya dije que soy una metida, así que sin pelos en la lengua lo miro, indico la hoja y le pregunto: ¿qué es eso?
Ahora me va a decir: “y a tí qué te importa!”, pienso yo. Pero no, el muchacho me mira y muy amablemente empieza a explicarme.
“Es un manifiesto. Somos hombres que decimos ¡YA BASTA DE MACHISMO! Porque en realidad eso nos oprime a nosotros también, oprime nuestras emociones y nos obliga a oprimir a nuestras compañeras. Nos enseñan desde pequeños a no mostrar nuestros sentimientos, en eso sentido nos mutilan. Y nosotros somos hombres comunes y corrientes de esta ciudad, de este país, que estamos sensibilizados con el tema de las luchas feministas y con el tema de las luchas populares. Participamos todos en este proceso revolucionario porque creemos que hay que construir un mundo más justo, y esto se puede lograr sólo si también hacemos una revolución interior. ¡No podemos ser revolucionarios en la calle si no lo somos en la casa y en la cama y por dentro de nosotros mismos! Queremos construir una nueva manera de ser hombres, que no sea el ser macho. Queremos bajarnos del pedestal para caminar codo a codo con nuestras compañeras, respetándolas y respetándonos entre nosotros también. Porque entre hombres también hay relaciones muy violentas: nos enseñan que tenemos que ser el más macho de toda la manada, el más duro y el más malo. Pero nosotros no creemos en eso.”
“¡Ohhh!” Digo yo. Y le pregunto: “Qué pueden hacer los demás compañeros que sienten las mismas inquietudes y quieren aportar?”
“Cada día más personas se integran a nuestro grupo, y aportan, incluso con críticas y cuestionamientos, también a través de nuestro blog:colsinverguenza.blogspot.com Nos llamamos así porque no tenemos verguenza en decir que no queremos ser machos, ni machistas. Y no somos extraterrestres, somos seres humanos, estudiantes, trabajadores, panas, que también salen y se divierten, tenemos compañera o compañero y vivimos nuestra vida como todo el mundo.”
Al escuchar estas palabras, me emociono y me doy cuenta que tengo una sonrisa de oreja a oreja. “Los quieroooooooo!!!!!!!!” le digo, mientras le doy un gran abrazo. “¡Que importante lo que están haciendo!” y ya no importa que me pasé de la estación en donde tenía que bajarme.