Si Eva hubiera escrito el Génesis
¿cómo sería la primera noche de amor del género humano?
Eva hubiera puesto algunos puntos sobre las ies
quizás, digo yo, no sé
hubiera aclarado que ella no nació de ninguna costilla
que no conoció a ninguna serpiente
que no ofreció nunca ninguna manzana a nadie
y que nadie le dijo "parirás con dolor y tu marido te dominará"
y que todo eso, diría Eva, no son más que calumnias
que Adán contó a la prensa.

E. Galeano

martes, 15 de diciembre de 2009

Las flores del agravio apestan

por El Cuarto de Tula

¿Te has enterado qué en Venezuela, desde 2006, las mujeres contamos con la Ley Orgánica Sobre El Derecho De Las Mujeres a una Vida Libre De Violencia? Pues sí, y ya las mujeres están haciendo valer sus derechos y a través del número 0-800-mujeres, sólo entre enero y septiembre 2009, fueron atendidas más de 127.133 llamadas denunciando varios tipos de violencia de la cual han sido objeto. Decimos varios tipos porque violencia hacia la mujer no es nada más la física, que se ejerce con golpes, empujones, patadas y lesiones, como estamos acostumbradas y acostumbrados a pensar. La violencia hacia las mujeres, como bien aclara dicha Ley, “comprende todo acto de violencia sexista basado en la discriminación y en las relaciones de desigualdad y en las relaciones de poder asimétricas entre los sexos que subordinan a la mujer […] así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada”. Recordamos que es el sexismo: la discriminación hacia la mujer sólo por el hecho de ser mujer (el hombre es lo máximo y la mujer es inferior).
En el artículo 15 de la Ley Orgánica sobre el derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, se enumeran nada menos que 19 categorías diferentes de violencia hacia la mujer, entre los cuales queremos destacar algunos que generalmente pasan debajo de la mesa: la violencia psicológica, el acoso u hostigamiento, la violencia mediática, la prostitución forzada, la violencia obstétrica, violencia patrimonial y económica, la violencia laboral, la violencia institucional…
Y además es muy importante que se reconozca la existencia de la violencia simbólica: todas las acciones (o omisiones) que establecen como normal, natural y cotidiana la subordinación de la mujer, produciendo la invisibilización, la discriminación, la desvalorización y la dominación sexual sobre las mujeres, entre otras consecuencias. Y en realidad nos damos cuenta que toda violencia hacia las mujeres es simbólica, porque es causada por la misma ideología sexista que subyace a todo aspecto de la cultura. Por eso es la más difícil de identificar y de ver, porque está en todo lo que estamos acostumbradas y acostumbrados a pensar como obvio y natural, sin darnos cuenta de que es fruto de una construcción histórica ¡y que por lo tanto es algo que se puede cambiar! Y este tipo de violencia tiene que ser nuestro blanco principal: porque justamente es la que justifica y legitima todas las otras formas de violencia.
Léanse la ley, mujeres ¡porque sólo conociendo las leyes que nos protegen podemos exigir que se cumplan!

Flor de Agravio
Perdóname me dijiste, con una flor en la mano
Te quiero más que a mi vida pero no pude evitarlo
Te miré aún con miedo, no quería recordarlo
Pero mi rostro aún sentía el impacto de tu mano.
Te dije: te lo agradezco, pero no puedo aceptarlo
Quien golpea una vez porque no puede evitarlo
Lo vuelve a repetir sin motivo y sin horario
Que ahora sólo te pido que te alejes de mi lado
Que te lleves esa flor, la maldita flor del agravio.
Te quise tanto y tanto, y tan mal me quise
Que se me pusieron los cabellos tristes
De tanto trenzarlos con palabras huecas
De la mera oscura, tantas cicatrices.
Mientras deshojaba la flor del agravio
Me preguntaba si aún me quería.
Arita Mitteenn (cantautora peruana)

jueves, 15 de octubre de 2009

SOMOS TODAS HIJAS DE OLIMPIA

por El Cuarto de Tula

SOMOS TODAS HIJAS DE OLIMPIA

Les voy a echar un cuento.

Había una vez, en la Francia pre-revolucionaria, una joven mujer llamada Marie Gouze. Creció en una pequeña ciudad del sur, hija no reconocida de un aristócrata poeta. Algunos dicen que pertenecía a una familia humilde, mientras según otros fue criada en un ambiente pequeño- burgués. En realidad, su origen social poco nos importa, ya que, en esa época (y no sólo en esa) había algo que acomunaba a todas las mujeres, pobres o ricas: el hecho de ser oprimidas y excluidas de la vida política (y no sólo) de su país.

A los diecisiete años, Marie se casa con un hombre mayor, o mejor deberíamos decir: la casan, ya que, lejos de estar enamorada de ese hombre, lo considera un ser repugnante. No hay muchas vías de salida para nuestra amiga Marie, pues además de no poder elegir con quién casarte, tampoco existe en ese entonces, para la mujer, la posibilidad de divorcio. Pero alguna ventaja tiene el hecho de haberse tenido que casar con un hombre mayor: Marie al rato queda viuda y por fin puede tomar las riendas de su vida, negándose a casarse nuevamente (¡llámala estúpida!) y haciendo lo que más quiere: escribir.

Desde la pequeña ciudad de provincia en la cual ha crecido, se traslada a Paris, donde entra en contacto con los fervientes ambientes literarios de la capital. Y ahí Marie empieza a reflexionar sobre su sociedad, sobre el sistema opresor en el cuál vive y sobre su condición de mujer. Con un hermoso acto de rebeldía, decide cambiar de nombre: no quiere ser “la viuda de tal” ni “la hija de tal hombre”; adopta el nombre de su madre, Olimpia, y modifica su apellido en De Gouge; con esa nueva y más libre identidad, se dedica a la escritura.

Y cuando Olimpia de Gouge empieza a escribir, no la para más nadie. Inicialmente, escribe obras de teatro y arma una compañía teatral itinerante, actividad que le permite sobrevivir a duras penas pero que la llena de satisfacción. En poco tiempo sus obras llegan a ser representadas en toda Francia, menos que en un lugar: el Teatro Nacional (la Comedie Française), cuyos actores se niegan a representar las obras de Olimpia. ¿Y por qué será? Pues resulta que una de las obras más conocidas de Olimpia es un manifiesto para la abolición de la esclavitud, actividad con la cual se han enriquecido muchas familias nobles de la época; y resulta también que el Teatro Nacional depende económicamente de la corte de Versailles, es decir, de los mismos nobles. No te laves las manos en el agua que haz de beber, deben haber pensado los actores del Teatro Nacional; pero no solo no se lavan las manos, porque pronto Olimpia es encarcelada sin derecho a juicio, por su actividad subversiva. (Por suerte, logra ser liberada al poco tiempo gracias a la intervención de sus amigos más influyentes).

Y llegamos al año 1789: al grito de IGUALDAD, LIBERTAD Y FRATERNIDAD, estalla la Revolución Francesa. Por fin, las obras de Olimpia pueden ser representadas en el Teatro Nacional, y ella se va involucrando más y más en las discusiones políticas sobre el rumbo hacia el cual ha de caminar la revolución. Escribe sobre la problemática política y social, artículos y ensayos, pronunciándose en contra de las contradicciones que surgen en seno a la revolución. Crea y dirige un periódico, L’impatient, y funda la Sociedad Popular de las Mujeres. Al redactarse la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, se le ocurre presentar, escrita de propio puño, la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, en la cual afirma que la mujer nace libre y debe permanecer igual al hombre en derechos. Empieza así:

Hombre ¿eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta, al menos no le quitarás ese derecho.

Olimpia la tiene clara y escribe: Mujer, despiértate; reconoce tus derechos. El hombre esclavo multiplicó sus fuerzas; tuvo que recurrir a las tuyas para romper sus cadenas. Cuando llegó a ser libre, se hizo injusto con su compañera. Porque desafortunadamente el lema de igualdad, libertad y fraternidad de la revolución francesa no incluye a las mujeres, a pesar de que hayan participado activamente en la lucha. La Asamblea Nacional, a la cual ha sido presentada la Convención escrita por Olimpia, la ignora así como ignora las cartas de protesta enviadas por las revolucionarias francesas. La causa feminista es una papa caliente que no encuentra simpatías entre los revolucionarios franceses, ni siquiera en los sectores más radicales, y pese a todas las divisiones que se van generando en ámbito revolucionario, en esto sí hay un frente común, en el querer devolver las mujeres “a las casas y a las camas”. Vaya revolución.

Olimpia era evidentemente un personaje incómodo y en 1793 fue condenada a muerte después de un juicio sumario, acusada de “actividades antirrevolucionarias”. Cuentan que antes de acercarse a la guillotina gritó:

Si nosotras las mujeres tenemos el derecho de subir al cadalso ¿por qué no tenemos el derecho de subirnos a una tribuna política?

Puede que la imagen sea un poco macabra, pero a nosotras nos gusta imaginarlas así: una Olimpia que, con cabeza cortada y todo, nos sigue hablando y no se calla.

(Por: Tula)

٭٭٭

Revolucionario: esta noche

No estaré en tu cama.

Que no te extrañe la subversión de amor

antiguo dueño.

Tú hinchas el cuero

Y te preocupas tanto de problemas sociales.

No te fijas, farsante,

Que en tu casa

Calcas justamente

Los modales del mejor tirano.

(Ana María Rodas, poeta guatemalteca)