Si Eva hubiera escrito el Génesis
¿cómo sería la primera noche de amor del género humano?
Eva hubiera puesto algunos puntos sobre las ies
quizás, digo yo, no sé
hubiera aclarado que ella no nació de ninguna costilla
que no conoció a ninguna serpiente
que no ofreció nunca ninguna manzana a nadie
y que nadie le dijo "parirás con dolor y tu marido te dominará"
y que todo eso, diría Eva, no son más que calumnias
que Adán contó a la prensa.

E. Galeano

jueves, 15 de octubre de 2009

SOMOS TODAS HIJAS DE OLIMPIA

por El Cuarto de Tula

SOMOS TODAS HIJAS DE OLIMPIA

Les voy a echar un cuento.

Había una vez, en la Francia pre-revolucionaria, una joven mujer llamada Marie Gouze. Creció en una pequeña ciudad del sur, hija no reconocida de un aristócrata poeta. Algunos dicen que pertenecía a una familia humilde, mientras según otros fue criada en un ambiente pequeño- burgués. En realidad, su origen social poco nos importa, ya que, en esa época (y no sólo en esa) había algo que acomunaba a todas las mujeres, pobres o ricas: el hecho de ser oprimidas y excluidas de la vida política (y no sólo) de su país.

A los diecisiete años, Marie se casa con un hombre mayor, o mejor deberíamos decir: la casan, ya que, lejos de estar enamorada de ese hombre, lo considera un ser repugnante. No hay muchas vías de salida para nuestra amiga Marie, pues además de no poder elegir con quién casarte, tampoco existe en ese entonces, para la mujer, la posibilidad de divorcio. Pero alguna ventaja tiene el hecho de haberse tenido que casar con un hombre mayor: Marie al rato queda viuda y por fin puede tomar las riendas de su vida, negándose a casarse nuevamente (¡llámala estúpida!) y haciendo lo que más quiere: escribir.

Desde la pequeña ciudad de provincia en la cual ha crecido, se traslada a Paris, donde entra en contacto con los fervientes ambientes literarios de la capital. Y ahí Marie empieza a reflexionar sobre su sociedad, sobre el sistema opresor en el cuál vive y sobre su condición de mujer. Con un hermoso acto de rebeldía, decide cambiar de nombre: no quiere ser “la viuda de tal” ni “la hija de tal hombre”; adopta el nombre de su madre, Olimpia, y modifica su apellido en De Gouge; con esa nueva y más libre identidad, se dedica a la escritura.

Y cuando Olimpia de Gouge empieza a escribir, no la para más nadie. Inicialmente, escribe obras de teatro y arma una compañía teatral itinerante, actividad que le permite sobrevivir a duras penas pero que la llena de satisfacción. En poco tiempo sus obras llegan a ser representadas en toda Francia, menos que en un lugar: el Teatro Nacional (la Comedie Française), cuyos actores se niegan a representar las obras de Olimpia. ¿Y por qué será? Pues resulta que una de las obras más conocidas de Olimpia es un manifiesto para la abolición de la esclavitud, actividad con la cual se han enriquecido muchas familias nobles de la época; y resulta también que el Teatro Nacional depende económicamente de la corte de Versailles, es decir, de los mismos nobles. No te laves las manos en el agua que haz de beber, deben haber pensado los actores del Teatro Nacional; pero no solo no se lavan las manos, porque pronto Olimpia es encarcelada sin derecho a juicio, por su actividad subversiva. (Por suerte, logra ser liberada al poco tiempo gracias a la intervención de sus amigos más influyentes).

Y llegamos al año 1789: al grito de IGUALDAD, LIBERTAD Y FRATERNIDAD, estalla la Revolución Francesa. Por fin, las obras de Olimpia pueden ser representadas en el Teatro Nacional, y ella se va involucrando más y más en las discusiones políticas sobre el rumbo hacia el cual ha de caminar la revolución. Escribe sobre la problemática política y social, artículos y ensayos, pronunciándose en contra de las contradicciones que surgen en seno a la revolución. Crea y dirige un periódico, L’impatient, y funda la Sociedad Popular de las Mujeres. Al redactarse la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, se le ocurre presentar, escrita de propio puño, la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, en la cual afirma que la mujer nace libre y debe permanecer igual al hombre en derechos. Empieza así:

Hombre ¿eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta, al menos no le quitarás ese derecho.

Olimpia la tiene clara y escribe: Mujer, despiértate; reconoce tus derechos. El hombre esclavo multiplicó sus fuerzas; tuvo que recurrir a las tuyas para romper sus cadenas. Cuando llegó a ser libre, se hizo injusto con su compañera. Porque desafortunadamente el lema de igualdad, libertad y fraternidad de la revolución francesa no incluye a las mujeres, a pesar de que hayan participado activamente en la lucha. La Asamblea Nacional, a la cual ha sido presentada la Convención escrita por Olimpia, la ignora así como ignora las cartas de protesta enviadas por las revolucionarias francesas. La causa feminista es una papa caliente que no encuentra simpatías entre los revolucionarios franceses, ni siquiera en los sectores más radicales, y pese a todas las divisiones que se van generando en ámbito revolucionario, en esto sí hay un frente común, en el querer devolver las mujeres “a las casas y a las camas”. Vaya revolución.

Olimpia era evidentemente un personaje incómodo y en 1793 fue condenada a muerte después de un juicio sumario, acusada de “actividades antirrevolucionarias”. Cuentan que antes de acercarse a la guillotina gritó:

Si nosotras las mujeres tenemos el derecho de subir al cadalso ¿por qué no tenemos el derecho de subirnos a una tribuna política?

Puede que la imagen sea un poco macabra, pero a nosotras nos gusta imaginarlas así: una Olimpia que, con cabeza cortada y todo, nos sigue hablando y no se calla.

(Por: Tula)

٭٭٭

Revolucionario: esta noche

No estaré en tu cama.

Que no te extrañe la subversión de amor

antiguo dueño.

Tú hinchas el cuero

Y te preocupas tanto de problemas sociales.

No te fijas, farsante,

Que en tu casa

Calcas justamente

Los modales del mejor tirano.

(Ana María Rodas, poeta guatemalteca)