Si Eva hubiera escrito el Génesis
¿cómo sería la primera noche de amor del género humano?
Eva hubiera puesto algunos puntos sobre las ies
quizás, digo yo, no sé
hubiera aclarado que ella no nació de ninguna costilla
que no conoció a ninguna serpiente
que no ofreció nunca ninguna manzana a nadie
y que nadie le dijo "parirás con dolor y tu marido te dominará"
y que todo eso, diría Eva, no son más que calumnias
que Adán contó a la prensa.

E. Galeano

domingo, 15 de abril de 2012

La dieta del oído

por Tula

Hace unos días estaba yo conversando con un amigo artesano. Se acercaba la hora del almuerzo, nuestros estómagos roncaban e impusieron el tema de conversación: la comida, obviamente.
“Me convenzo cada vez más – le decía yo – que somos lo que comemos: el alimento es nuestra gasolina y se transforma en nuestros pensamientos, palabras y acciones. Si comemos sano, pensamos, hablamos y actuamos de manera sana. Si comemos comida chatarra, nuestros pensamientos, palabras y acciones serán chatarras también.”
“Eso es cierto – me contestaba él – pero yo creo que la cosa va aún más allá. La comida no nos entra sólo por la boca, sino por todos los sentidos: los ojos, los oídos, el tacto, el olfato. Todo lo que nos rodea nos alimenta de alguna manera.”
Y así filosofando, caminábamos en una asoleada y un poco polvorienta avenida Andrés Bello. Las camionetas pasaban al lado, cada una con su propia banda sonora a todo volumen, que por breves ratos nos envolvía como una nube musical.
Me despedí del pana y seguí pensando en todo eso. Si el alimento - lo que me nutre y que se convertirá en mis pensamientos y acciones - también entra por los oídos, ¿qué me están queriendo dar de comer, cuando me monto en una camioneta con su música a todo volumen?
Parece que lo que más pasan esas rockolas son canciones comerciales de contenido machista.
El reggaeton es el más descarado. Justo hace un tiempo recuerdo haber escuchado, subiendo desde la Guaira en una camioneta, un entero disco donde la canción más suave decía “pégala, azótala...” . Además de la violencia, en todas las canciones la mujer aparecía sólo como un objeto del placer sexual del hombre. Y, ojo, no se trata de una cuestión moralista: el tema no es que la canción hable de sexo, sino la manera en que lo hace, y la imagen de la mujer que el reggaeton, en su gran mayoría, refleja y reproduce: un objeto, un cuerpo para el disfrute ajeno.
Mi amada salsa tampoco se salva, está salpicada también de contenidos sexistas. ¿Quién no cantó ese lindo elogio de la pereza que es “No hago más na'”? Qué pena darse cuenta que el tipo de la canción se queda echado en una hamaca todo el día porque quien le cocina y le sirve es “su” mujer: “qué bueno es vivir así, viviendo sin trabajar/señores si yo estoy declarado en huelga/qué mi mujer me mantenga ¿oíste?”. Mientra Ismael Rivera canta “casi que patriarcal, viendo a mi perro guardar a mi tesoro y a mi mujer, qué inmenso/ qué inmenso, qué inmenso, ser el dueño de la finca y la mujer” . Y el Sexteto Juventud: “por una mujer no se va a la cárcel, sólo la vieja vale de verdad”.
Y ni hablar de la música romántica: sin ti no soy nada, cantan las mujeres. Y: “mala de ti, pobre de mí”, cantan muchos boleros y vallenatos.
Por suerte, aunque no sean la mayoría, también existen reggaetones, salsas, baladas, boleros y vallenatos que tienen un contenido diferente. Porque no se trata de ritmos, sino de contenidos.
El lenguaje no es casual ni es neutro. De una lado refleja el machismo que está en la sociedad, pero por otro lado lo sigue perpetrando, y con una herramienta bien poderosa que son los ritmos pegajosos, que se te pegan, y hasta te sorprendes a tararearlos (y te apenas y miras a los lados para ver si alguien se dio cuenta).
Ese es el alimento diario que entra por nuestros oídos. Me hace recordar a un libro y una película de hace unos años, “Alta fidelidad” en la que un chico apasionado de música se preguntaba si todos sus fracasos sentimentales se debían a las canciones de música pop que escuchaba desde pequeño, y que no hacían otra cosa que hablar de corazones rotos y de sufrimientos por amor.
Si nos alimenta lo que escuchamos ¿queremos construir un mundo mejor, una sociedad más justa y vamos a seguir tarareando canciones machistas?

Y aquí viene la pregunta de siempre: ¿qué podemos hacer? ¡Se aceptan sugerencias!
Por mi parte, creo que un buen punto de partida es tomar conciencia de todo esto.
Conversar.
Jugar a cambiar las letras.
Boicotear la música discriminatoria.
Y todo esto, con más fuerza, desde nuestra radio comunitaria.