Si Eva hubiera escrito el Génesis
¿cómo sería la primera noche de amor del género humano?
Eva hubiera puesto algunos puntos sobre las ies
quizás, digo yo, no sé
hubiera aclarado que ella no nació de ninguna costilla
que no conoció a ninguna serpiente
que no ofreció nunca ninguna manzana a nadie
y que nadie le dijo "parirás con dolor y tu marido te dominará"
y que todo eso, diría Eva, no son más que calumnias
que Adán contó a la prensa.

E. Galeano

jueves, 12 de mayo de 2011

María Antonia no está tan loca

por El Cuarto de Tula

Desde hace muchos años, hay en el barrio un grupo de teatro que siempre participa muy activamente en todas las actividades de la comunidad. Fue así, en uno de esos eventos, que conocí a la señora María Antonia, quién es parte del grupo y se ocupa también de dar talleres de teatro a niñas, niños y jóvenes.
María Antonia es una señora ya mayor y bien cuerda. Sin embargo, en su juventud, fue fuente de inspiración de una famosa canción que lleva por título su nombre. ¿Quién no la tarareó alguna vez? María Antonia es una mujer que está loca de remate...
Un día le pregunté si le molestaba seguir escuchándola. Ella se echó a reir: “¡Para nada!” y me contó la verdadera historia de esa canción. Aquí se la traigo.

“Crecí en un pueblito rural, en el campo, y soy la mayor de varios hermanos. De niña no fui a la escuela, a mí me tocaban las labores del hogar. Y era yo una niña todavía, cuando llegó una nueva maestra para la escuelita del pueblo. No habían muchos lugares donde pudiera alojar, y como con mi familia vivíamos en una casa sencilla pero grande, se quedó alquilando una pieza en la casa de nosotros. Cuando llegó, no tenía mucho equipaje: a parte una bolsa de tela y una caja pesadísima. Mi hermano era un gran impertinente, y cuando fue a levantar la caja para llevarsela al cuarto, le preguntó: “ ¿Qué tiene? ¿Piedras?”. Pero ella no se molestó. “Piedras muy preciosas” nos dijo, sonriendo. Y agregó, con un tono misterioso: “Es un tesoro”. Puedes imaginarte como esas palabras nos atraparon: desde ese día no hacíamos otra cosa que disertar sobre el posible contenido del cofre. Mi hermano juraba haber escuchado el sonido de miles de monedas que se removían mientras , ayudado por otro muchacho, lo transportaba. Mi prima Julieta decía que era mentira, que en el cofre había un esqueleto completo, que ella una noche había visto como la maestra pronuciaba palabras en un extraño idioma y como el cofre se había abierto sólo, sin que ella lo tocara, y de él había salido el esqueleto bailando.
Empezamos a espiarla. Un día la puerta de su cuarto se encontraba entreabierta. Miré para dentro y sorprendí a la maestra mientras se agachaba para abrir el cofre. Pero justo cuando estaba levantando su pesada tapa, me vió. Me dió algo de pena, por haberla estado espiando, pero también algo de miedo, porque me acordé del cuento del esqueleto. Quería salir corriendo ¡pero mis pies parecían haberse quedado anclados al piso! En un momento, la maestra ya había abierto la puerta y me invitaba a entrar. “Quieres ver mi tesoro ¿no es así?”. Tragué saliva y la miré. Se veía simpática. No tenía cara de que me iba a hacer daño. Entré.
Ella me condujo hacia el cofre, me miró y levantó la tapa. Miré. ¡Cuál no fue mi mayor asombro en ver que estaba repleto de libros! “Los tengo aquí porque todavía no he conseguido una biblioteca”, me explicó. Quería prestarme uno, pero le confesé que no sabía leer. Entonce ella me prometió que me iba a enseñar, para que pudiera leerme todos los libros que quisiera. ¡Y así fue! Y me gustó tanto que decidí que cuando grande, iba a ser escritora. Sí, sí. Escritora de cuentos y de guiones teatrales.

Y de verdad esas fueron, y siguen siendo, mis pasiones: la escritura y el teatro. Con un grupo de amigos y amigas montamos una pequeña agrupación teatral, nos reuníamos casi todas las tardes, despúes de la jornada de trabajo o de estudio de cada quien. Éramos un grupo muy unido, y cuando alguien tenía un problema, nos ayudábamos todas y todos para solucionarlo.
Un día el problema tenía a que ver conmigo: mi padre quería que me casara con un señor mucho mayor que yo. Yo todavía era muy jovencita! Pero en ese entonces, eso era bastante común. Yo no quería: no estaba enamorada de ese señor, es más, no me gustaba ni un poquito. ¡El sólo pensar de tener que dormir en la misma cama me hacía horrorizar! Y además se sabía que era muy conservador, y ya había dicho a mi padre que cuando me casara con él, se me quitarían esos caprichos del teatro y del escribir, que eso no eran cosa para una mujer de bien. Mi padre era más o menos de la misma opinión, así que para él ¡mejor así! Yo estaba desesperada, no le veía salida. Fui a reunirme con mis amigas y amigos del teatro. Y les conté.
Me escuchaban en silencio. Hasta que una amiga, Lucía, dijo: “Si te casas con él, estás loca. Loca de remate”. No se que me pasó, pero empecé a minimizar la cosa, diciendo que bueno, de repente podía casarme con ese señor, pero no iba a dormir en la misma cama con él. O que de repente podía seguir ensayando teatro a escondidas. O que de repente hubiera podido seguir escribiendo. Y estupideces así.
Y empezaron a bombardearme de preguntas: “ Y si no duermes en su cama ¿en dónde te acuestas? ¿En el escaparate? Y si te sorprende con una peluca catira, ensayando un personaje ¿Qué le dices? ¿Qué no pasó nada? ¿vas a disfrazar el lapicero de escoba?”. Fue en ese entonces que Lucía agarró el cuatro y empezó a improvisar: “Maria Antonia es una mujer que está loca de remateeee, de la locura que tiene...¡duerme en el escaparate!” y ahí bueno, no pudimos hacer otra cosa que estallar en risas. Y empezaron a inventar una frase tras otra, pintando mi posible situación futura: una verdadera locura.
Esa misma noche anuncié a mi familia que no me iba a casar con alguien a quien yo no amaba, que quería decidir yo misma sobre mi vida, sobre mi cuerpo y sobre mis sueños. No fue facil, pero no tuvieron otra que respetar mi decisión.”


La señora María Antonia se ríe, y empieza a tararear la vieja canción: “María Antonia tú estás loca, déjate de tonterías...